Lo que en un inicio se presentó como un espacio de diálogo entre mujeres seguras y con carácter fuerte, poco a poco se ha transformado en un escenario lleno de tensiones. En el programa Desiguales, la incomodidad es evidente, sobre todo entre Adamari López y la doctora Nancy Álvarez. Ambas han convertido las discusiones en una competencia por ver quién logra imponerse como la voz principal, la figura dominante y la verdadera matriarca dentro del grupo.

Cuando Adamari toma la palabra, suele captar la atención y el cariño del público, lo que le otorga una posición de autoridad natural. Sin embargo, al frente tiene a Nancy Álvarez, una terapeuta con amplia trayectoria, reconocida por su estilo directo y sin filtros. Ese contraste de personalidades hace que cada debate se convierta en un choque de mundos donde ninguna de las dos parece dispuesta a ceder terreno.
En las últimas emisiones, la tensión ha dejado de ser disimulada. Basta observar cómo se interrumpen, cómo se miran y la manera en que intentan marcar territorio con cada comentario. Adamari suele proyectar la idea de que lleva el control del programa, mientras que Nancy responde con la serenidad de la experiencia, dejando claro que su trayectoria en la psicología y en la vida real pesa tanto o más que los años de fama televisiva de su compañera.

Para la audiencia, esta dinámica resulta un espectáculo entretenido, pero tras bambalinas se percibe como un duelo de egos constante. Lo que debería ser un espacio de conversación fluida, se ha convertido en una lucha silenciosa por protagonismo. Esta rivalidad podría poner en riesgo la estabilidad del programa, ya que muchos consideran que será difícil que ambas puedan continuar juntas en el mismo escenario sin que el conflicto escale aún más.